Esa mujer maravillosa
- Re edición Zelda Zonk
- 24 mar
- 2 Min. de lectura
Las letras se escapaban frenéticas de las yemas de sus dedos, se impregnaban en el papel como la huella que deja un corte, sangraba copiosamente la pantalla.
Miraba desde la terraza la casa del vecino, un joven guapo, de rasgos marcados lo imaginaba retándola a una guerra con espuma de carnaval que terminaría en un acercamiento romántico fortuito. Giraba sobre la cama frente a la pantalla de la televisión convertida en Sailor Marte, un apuesto asiático de labios como líneas la besaba muy despacito. Era una niña maravillosa.
Se le vino la vida encima como una plaga maldita, punzaban las heridas del camino contra los pies descalso de esa mujer maravillosa que prestaba la carne para limpiar el tiempo, le volvieron llagas la boca, girones las mejillas, succionaron sus pechos hasta secarle el corazón, el alma yacía adolorida con los ojos cerrados, se dedicó a parir desventuras porque la preñaba el falo tieso por yermo de aquel que miraba al infinito desconectado del amor.
Yacía boca arriba con las piernas abiertas y la mirada perdida, las manos adheridas a la tierra sin dejar de ser maravillosa.
El llanto desconsolado del alma moribunda generó una ligera vibración. A gatas las letras se abrían camino entre el vientre inerte, el corazón casi inmóvil, la sangre eespesa, el oxígeno escaso, putrefacto. En una esquina oscura y húmeda la niña maravillosa se aferraba a sus sueños del amor, le dictaba al corazón su recuerdo de heroína, le cantaba una canción. ¡Aquí estoy!
-Maravillosa despierta maravillosa y entrégate al amor. Recuerda y mira la vida en otro color, abrázame maravillosa llora todo el dolor, el tiempo no existe eres maravillosa hoy-
Descansaba rendida en el pecho de su amado después de hacer el amor. Deleitada estaba rendida a su latido, a su respiración, abrió los ojos y buscó su aliento bebió del cuenco de su pasión, plácida se entregó una y otra y otra vez, sin pensar en que un día dio por perdido su valor. Flotó etérea en esa unión. Ella era una diosa maravillosa.
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