Cómplices en una travesura 18+, Intercambio de parejas
- Re edición Zelda Zonk
- hace 5 días
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Actualizado: hace 13 horas
No muchos se atreven a cruzar los límites de lo establecido por una sociedad que demarca bien sus líneas... o sus miedos?
"El sexo únicamente para la reproducción", dentro del matrimonio heterosexual esa es la norma que cargamos en la memoria colectiva, recientemente se ha transgredido en el sexo también para el placer, ante esto último la mayoría tenemos nuestras reservas porque la energía sexual es demasiado poderosa, incluso se antepone al amor diría Bert Hellinger, sí, él nos dice que
la sexualidad es más potente que el amor, pues esta nos trae la vida aunque el amor no exista.
Ante esta fuerza de tamañas proporciones es normal sentirse atemorizado, pues mora dentro de nosotros y es capaz de acabar con todo. Por eso, muchos no nos atrevemos, caminamos en la norma, en la certeza.
Pero, quienes se dejan embriagar por esta potencia que te transporta a otro estado de conciencia, donde puedes ver que todo lo que vivimos en esta realidad es difuso y maleable, son tomados por la energía sexual, por la energía de creación y viven intensamente sus propias reglas y experimentan sus propias experiencias.

A esa tarea nos sumergimos, a imaginar en nuestros propios términos ¿Cómo sería el intercambio de parejas soñado?
¿Cómo se siente cuando amas tanto a esa persona que lo único que te importa es verla feliz aunque no sea contigo?, solo en ese momento trasciendes al estadio del amor incondicional y te sobrepones a todos tus miedos e inseguridades basados en el territorio y la propiedad privada.
Sin embargo, para que este trascender no sea demasiado violento o traumático nos venía bien ir de a poco, decidimos no consumir alcohol, ni ninguna otra substancia, que cualquiera pueda parar la actividad cuando lo desee, ir testeando como nos podríamos sentir a cada paso, a cada avance. Era importante empoderarnos a través de esta comunicación, sentirnos en la capacidad de decir no, de explorar nuestras motivaciones y a la vez las sensaciones con cada barrera que se dilataba.
Melisa nos había encantado a ambos, mirar a una mujer desde el morbo sexual, discutirlo en pareja es una expericia por si sola muy excitante, hablar de cuanto nos prende su voz, su piel, sus labios, su dulzura. Discutir el deseo sin el peso de los celos te transporta.
Encontré en Enzo atributos masculinos muy interesantes de los que no creí conveniente hablar con mi pareja, jajajaja no sé, la masculinidad frágil me dije. Supongo que ellos también hablaron mucho de nosotros, fantasearon con nuestros cuerpos, nuestros labios y nuestros sexos, se amaron pensando en nosotros y lo disfrutaron.
Cuando llegamos a su casa, el ambiente era cálido y ameno, creo que toda esta previa de acuerdos, charlas y respeto nos preparó emocionalmente y nos conectó en un aura de complicidad, de seguridad. Fue fácil reírnos, jugar, quitarnos de a poco la ropa y los complejos. Fue fácil bailar, ver a mi pareja coquetear, flirtear, besar al esposo de otra de manera apasionada sin culpa.
Una bruma azul de locura y pasión que te toma hacia lo prohibido como la que describe Anna Karerina se dejaba sentir en la piel, solo que esta vez no teníamos porque vernos envueltos en la tragedia, estábamos viviendo la infidelidad a la luz del sol y bajo nuestros propios términos. Pero al mismo tiempo, atizbos de lo viejo se colaban, las voces atemporales de los guardianes de la norma retenían las erecciones y salpicaban con dudas la experiencia. Nos sacudimos las inseguridades cuando le permitimos al cuerpo expresarse, ¿el pretexto?, una penitencia que nos llevó a un 69 en el sillón frente a Enzo y Melisa hizo que las erecciones recuperen su poder y fluya la acción.

Sentía poco a poco como el cuerpo de mi pareja se iba rindiendo, y su miembro crecía en mi boca mientras con ansias él sorbía todos los jugos de mi vagina ya húmeda por los juegos. Por imitación inconsciente Melisa se sentó en la verga erecta de Enzo y dejó que la penetrara mientras nos miraban fijamente. Sus deliciosas tetas rebotaban, suaves, hipnóticas llamándonos a unirnos a su placer.
Tenía que probarlas, meterlas a mi boca, lamerlas y tocarlas, todo lo que me fuera permitido lo iba a hacer. Ninguna de las dos se resistía a ser penetrada por sus parejas, los penes bombeaban con pasión ante esa vista impresionante.
Yo también me dejé comer las tetas por Melisa y dejé que su mano curiosa hurgara entre mis piernas, dejé que probara la vulva y yo lamí su culo ansiosa, le colé un parde dedos y la dilaté para que el pene de mi pareja entrara en el culo con facilidad. Me encantó recorrer su piel blanca y suave, mirar su rostro lleno de placer mientras era penetrada una y otra vez por mi pareja. No era yo la única que miraba extasiada, Enzo quizás estaba más absorto que yo observando gozar a su mujer. Su verga estaba tan dura con cada embestida que le daban a Melisa que parecía que iba a explotar, dentro de mi boca burbujeaba de placer.
Los cuerpos sudaban amalgamados, un latido común nos marcaba los ritmos, ante los ojos cerrados las manos traviesas, ilimitadas, tocaban ávidas todo territorio, se sumergían, acariciaban y apretaban, los gemidos saturaban el espacio en un compáz musical sin nombres.
Dedos se colaban en la boca y el sabor era una mezcla de fluidos y sudor, de cuando en cuando abríamos los ojos para tender un puente, una conexión cómplice entre parejas, la pupila hundida en el placer y la boca dibujaba una sonrisa pícara.
Exhaustos dejábamos salir los últimos suspiros de la carne trémula, las vergas desinfladas colgaban y los labios buscaban transmitir resquicios atrasados de ternura animal. La realidad se asomaba como una sombra amenazante, como la muerte del paraíso. Intercambio de parejas
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